Entre golpes y generaciones. Así nos conecta, el tenis, a padres e hijos…

   

Written by:

Hoy quiero empezar hablando – muy brevemente – de mi historia. Te quiero explicar que mi padre me enseñó a jugar a tenis. A mí, y a muchas otras personas (yo diría que más de las que incluso él se pueda imaginar) que pasaron por sus clases. Fueron tres, quizá cuatro generaciones que aprendimos no solo a golpear una pelota, sino a respetar los tiempos, a tener paciencia, a convivir con la frustración y a disfrutar del juego, incluso en esos días en los que no sale (casi) nada.

Con él compartí clases, peloteos y partidos inolvidables, días de complicidad y también días duros. Porque cuando haces eso, cuando compartes tenis, compartes emociones. De todo tipo. Pero lo que queda, lo que de verdad permanece, es esa conexión especial que te une a través del juego. Esa forma de entenderse sin hablar. Ese código compartido que solo se activa cuando estás dentro de una pista.

Por eso, hoy, rompo un poco los esquemas habituales de CourtXperience para que este artículo sea un poco un homenaje. A él. A Pius. Y a todos los padres que le regalan a sus hijos el tenis. No porque sueñen con que sean el próximo Nadal, sino por algo más importante: por el simple placer de jugar juntos. Y es que pocas memorias guardo con más cariño, que las de las horas que pasé deslizándome por la pista al lado de mi padre. Sigo.

El tenis como puente entre generaciones

En un mundo donde los horarios se chocan, las pantallas nos distraen y el tiempo compartido escasea, el tenis ofrece algo casi mágico, te regala un espacio de presencia total. Esta semana me he descubierto hablando sobre ello en más de una ocasión. Durante una hora (como mínimo), no hay mails, no hay tareas pendientes, no hay excusas. Solo raquetas, pelotas, aire puro, la tierra batida bajo mis pies, mis pensamientos, mi estrategia, mi compañero esperando cuál será el golpe con el que voy a intentar sorprenderlo. Vida.

Por eso siento que jugar con tu hijo, con tu hija, con tu padre o con tu madre no es sólo hacer deporte. Es escribir una historia juntos. Una rutina que se transforma en tradición. Un lenguaje sin palabras que, con el tiempo, se convierte en memoria compartida. Que te une, que nos une, más allá de los espacios habituales y de las conversaciones típicas. Y eso, creo, tiene que formar parte de una elección conjunta. De un camino que se recorre de la mano.

Te explico por qué lo digo (y siento) así. A mí, como decía, me regalaron el tenis. Y desde el primer momento en el que fui padre, sentí que quería devolver ese regalo. Pero siempre ha sido algo que he compartido, no impuesto. Algo que hemos vivido como un momento de conexión. Recuerdo, especialmente, a mi hija mayor contestándome a la pregunta: «¿quieres hacer clases de tenis?» con un «sí, pero sólo si eres tú mi profesor«, a lo que el pequeño se sumó sin dudarlo ni un segundo.

Esa conexión, ese espacio compartido, ese tiempo de calidad, es un tesoro, algo que guardamos como un premio, y que, quizás sin que ellos se estén dando cuenta, les construye mucho más de lo que piensan.

Lecciones que el tenis enseña sin hablar

Porque hay cosas que no se aprenden en el colegio. Ni en casa. Ni siquiera en los libros. Cosas que solo se entienden cuando las vives, cuando las fallas, cuando las celebras. Y el tenis, yo lo siento así, es una escuela sin paredes.

Sin darte cuenta, cada vez que te concentras en ejecutar mejor un golpe, en moverte por la pista con más ritmo, en enfocar tu energía en la estrategia correcta o en encontrar el mood correcto para lograr tus objetivos, estás construyendo una mejor versión de ti mismo. Y eso, compartido con tus hijos, se traduce en herramientas.

  • Constancia: porque en el tenis, como en la vida, no hay atajos.
  • Respeto: porque el rival es también tu compañero de camino.
  • Gestión emocional: porque el error forma parte del juego, y de la vida.
  • Responsabilidad: porque nadie va a correr esa bola por ti.
  • Conexión: porque, aunque no lo digas, estás ahí para el otro.

Todo eso pasa en la pista. Sin necesidad de grandes discursos. ¿Te suena?

Cómo hacerlo divertido (y no convertirlo en una clase eterna)

Pero ojo, que si esto va de construir, evita caer en la tentación de perder la paciencia. De presionar más de la cuenta. De no acompañar, si no empujar. A veces, sin querer, se construyen objetivos tan elevados, que algo se acaba rompiendo y, con ello, la historia no acaba de tener un final feliz.

Por eso, déjame compartir contigo algunos consejos muy básicos, pero útiles, para que el tenis en familia sea eso: un regalo, no una obligación.

  • Eres su padre, eso va por delante. La de veces que me he visto recordándole esto a los padres de algunos de mis alumnos. Sé su apoyo. Su referencia. Su refugio. No lo contrario. No le muestres decepción cuando falle, dale tu energía. Tu confianza. Todo fluirá mejor.
  • Cuando juguéis, adapta el juego. Y esto no va de regalar nada. No. Pero hay días para juegos, otros para retos, y otros simplemente para pelotear sin más. Encontrad lo que os une. Lo que os divierte. Y también lo que os hace crecer y competir sanamente.
  • Cambia los roles. Que sea tu hijo quien elija el ejercicio. Que sea él el que te diga en qué mejorar, qué podrías hacer diferente. Pídele su opinión. Que te acompañe en tus partidos y te guíe. Haz que la pista se llene de juego, no de expectativas.
  • Celebra cada avance. Un bote pronto. Un revés que entra. Un “lo intenté”. Que sienta que lo que logra, suma. Y que tú lo ves.
  • Escucha. No todos los días quieren jugar. No pasa nada. Habrá otros.
  • Pero, sobre todo, por encima de todo, desdramatiza. No estás formando un campeón. Estás creando recuerdos.

un regalo que dura más allá del partido

Y es que el tenis no es solo técnica. Es historia. Es vínculo. Es una forma de decir “estoy contigo” sin necesidad de palabras. Por eso, cuando ese vínculo se construye entre padre e hijo, entre madre e hija, entre generaciones que se dan la mano con una raqueta de por medio, ese regalo ya no se pierde. Porque el tenis compartido no se entrena, se hereda.

¿Y tú? ¿Tienes una historia con tu padre, tu madre, tus hijos o tus hijas en la pista?
Compártela en redes con el hashtag #courtXfamilia, o déjala en comentarios.
A veces, basta con una pelota y una raqueta para construir un lazo que no se rompe.

Deja un comentario