La pista vacía: ese instante que te habla sin decir nada

   

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Hay una parte del tenis que casi nadie menciona, ese instante en el que todo se acaba, en el que guardas la raqueta y te quedas solo en la pista (incluso aunque estés acompañado, hablo de esa soledad). Ya no hay botes, no hay gritos, no hay tensión. Solo tú, el eco de tus pasos y la red que ya no vibra. Como si entraras en una realidad paralela en la que – casi – todo desaparece, en la que todo lo que has vivido en el partido te envuelve sin hacer ruido y te habla. Casi te susurra.

Bienvenido a ese instante que yo llamo la Pista Vacía.

Cuando se apagan las luces… empieza la verdad

Después del último punto, lo que queda no es solo sudor ni el pulso acelerado. Es un recuerdo condensado, bocados de realidad como esa volea que pasó rozando la cinta, el drop shot que limpió la línea, los errores que se repiten en tu mente y que compiten con la memoria de tus golpes ganadores. Te refugias en un silencio (a veces muy ruidoso, ya me entiendes) que te dice lo que ni tú mismo podías reconocer en mitad del juego. Y en ese instante, el tenis – sólo el tenis, tu tenis – te habla.

En una victoria, recibimos (a veces) felicitaciones, levantamos el puño y nos dejamos llevar por el subidón del momento. Pero quizás, justo después, reina una calma extraña, un hueco que no esperabas. En una derrota, en cambio, puede surgir una paz íntima que te propone construir un muro de calma contra el dolor. Ese silencio posterior recoge emociones opuestas, te abraza, te equilibra, te muestra la verdad sin filtros. A veces te gustará más, a veces menos, pero es tu realidad. La tierra batida nunca te miente.

Y, ojo, la Pista Vacía no es solo reposo. Es también sentir – porque lo quieres sentir – el peso del esfuerzo. Cuando estás en pleno partido, apenas lo notas, porque estás encendido. Tu cuerpo. Tu cabeza. Todo está conectado en el momento. Después, cuando ya no hay nada que dar, se hacen presentes el cansancio mecánico y el mental. Cada punto, cada decisión, cada fallo pesa. Sientes cuánto has dejado y cuánto te queda por entregar. Y si lo escuchas, aprendes. Mucho. Más de lo que piensas ahora mismo.

El eco que te devuelve a la pista

Y es en ese punto, justo en ese punto exacto, cuando descubres que el tenis no es solo técnica, es un espejo. Te revela si supiste pelear, si flaqueaste bajo presión, si esperaste demasiado o te entregaste a ciegas. Ese momento no exige fuerza ni victoria, exige honestidad, contigo mismo. Y cuanto más honesto seas, más útil será la Pista Vacía para ti,

Porque en ese silencio también nace algo poderoso: una promesa. La de volver. Por muy duro que haya sido, hay algo extrañamente seductor en ese eco, en ese vacío que te empuja a regresar. Ahí está todo lo mejor del tenis, la conexión contigo, con la pelota, con lo que pudiste ser y aún puedes ser. Porque seguimos mejorando, que es de lo que se trata.

Por eso te propongo esto: la próxima vez que vayas a salir de la pista, quédate un minuto ahí. Date tiempo. Escucha la red, siente tus huellas en el polvo, respira sin prisa. Porque, aunque parezca que el partido acabó, en ese silencio comienza de verdad lo que el tenis puede enseñarte.

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